Seguramente has escuchado alguna vez el consejo de que deberías darle una oportunidad a esa persona que no te atrae. Algunos coaches de relaciones insisten en que, si alguien es buena persona, te trata bien y parece tener todo lo que buscas en una pareja(hombre o mujer de alto valor, según sus criterios), sería un error dejarlo pasar solo porque no sientes mariposas desde el principio. La idea es que el amor puede construirse con el tiempo, incluso si al inicio no hay chispa.
Y aunque suena razonable, es importante preguntarte: ¿qué pasa si esa conexión nunca aparece?
La atracción no es un capricho ni una exigencia superficial. Es parte de la experiencia humana de conectar con otro. La química, el deseo de estar cerca, de conocer más a esa persona, es algo que debería surgir de manera natural. Estar con alguien solo porque “deberías sentir algo con el tiempo” puede convertirse en una carga emocional, tanto para ti como para la otra persona.
Ahora bien, es cierto que en algunas ocasiones la atracción crece con el tiempo. Sin buscarlo, puedes descubrir una conexión más profunda conforme conoces mejor a alguien. Y cuando eso ocurre de forma natural, es hermoso. Pero hay una gran diferencia entre abrirte a lo que pueda surgir genuinamente y forzarte a sentir algo que, en el fondo, sabes que no está ahí solo porque alguien más –o tú misma– piensa que “deberías intentarlo”.
El enamoramiento inicial puede parecer la parte más emocionante del amor: esa etapa de mariposas, de descubrimiento, de emoción. Pero después, el amor se transforma. Se convierte en una decisión consciente de elegir a tu pareja cada día, incluso cuando la novedad se ha ido y el enamoramiento da paso a algo más profundo. Ahí es donde empieza el verdadero trabajo: cuidar el vínculo, respetarse, apoyarse y construir un amor que trascienda la chispa inicial.
Sin embargo, para poder llegar a esa etapa de elección consciente, es fundamental que haya algo genuino desde el principio. Porque si esa base no existe, vale la pena preguntarte: ¿qué es lo que realmente estarías eligiendo después? ¿Comodidad? ¿Miedo a la soledad? ¿Seguridad disfrazada de amor?
Hoy, precisamente, vi un video que me hizo reflexionar aún más sobre esto. Era una chica que, cansada de los chicos guapos y malotes que no le ofrecían estabilidad, decidió darle una oportunidad al “chico bueno”. Aquel que parecía la opción sensata, el que “debería” haber elegido desde el principio. Y, sin embargo, contra todo pronóstico, él terminó siendo infiel.
Si lo miras desde otra perspectiva, en el fondo ella sabía que había estado ignorando su propia verdad, sus propios deseos, intentando forzar una elección que no nacía desde lo auténtico.
Y al final, ese chico no solo le fue infiel; fue un reflejo de la infidelidad que ella misma había cometido consigo misma. Es una lección profunda: cuando no somos fieles a lo que sentimos, a lo que realmente necesitamos y queremos, la vida puede mostrárnoslo de maneras dolorosas.
Elegir a alguien solo porque parece una “decisión lógica” o porque “es lo correcto” puede llevarte a un vínculo en el que falte autenticidad, conexión o pasión. Y con el tiempo, esa ausencia puede pesar más de lo que imaginas. No se trata de esperar perfección ni de idealizar el amor, sino de ser honest@ contigo mism@ sobre lo que te mueve y te conecta con otra persona.
El amor merece empezar desde la autenticidad. Y después, sostenerse desde la decisión.
Entonces, en vez de elegir desde lo que parece ser una buena opción —sin que haya una verdadera atracción o conexión—, el trabajo debería ser hacia adentro. En conocerte mejor, en entender qué es lo que realmente valoras, lo que te mueve, lo que te hace sentir viva. Trabajar en la relación que tienes contigo misma es el primer paso para poder elegir desde la autenticidad y no desde la carencia, el miedo o las expectativas externas.
Porque cuando estás alineada contigo, no necesitas forzar nada. Reconoces cuando algo (o alguien) resuena contigo de manera genuina. Y si decides construir una relación a partir de esa base auténtica, entonces sí tiene sentido hablar de compromiso, de decisión y de ese trabajo consciente que requiere el amor a largo plazo.
Eso sí: el hecho de priorizar una conexión auténtica no significa ignorar la razón o dejarse llevar únicamente por la emoción. Al contrario. La razón puede (y debe) estar al servicio de tu bienestar. Puedes usarla para definir tus no negociables: aquello que no vas a tolerar en una relación, lo que consideras imprescindible para construir un vínculo sano y recíproco.
Desde ahí, la conexión se vuelve algo real y sostenible a largo plazo. Porque no se trata solo de química o atracción, sino de sentirte bien contigo misma estando con esa persona. De que haya una compatibilidad profunda, respeto, admiración y valores en común que sostengan la relación cuando pase la etapa de enamoramiento.
Cuando combinas esa conexión emocional genuina con claridad en tus límites y necesidades, entonces sí puedes elegir de forma consciente. Y esa elección es la que hace que el amor deje de ser un impulso momentáneo y se convierta en un compromiso libre y auténtico.
Pero sin esa conexión inicial, ¿qué estarías eligiendo realmente?